Según cuenta la leyenda, en el museo Victoriano Nieves Céspedes, ubicado en Ciudad del Carmen, Campeche, rondan fantasmas desde la década de los años 20. Este sitio ha tenido varios usos a lo largo del tiempo: fue hospital, asilo, bodega y cárcel, hasta convertirse finalmente en museo.
Una de las anécdotas más recientes es la del fantasma de un vigilante. Se dice que, en los años noventa, este hombre fue encontrado sin vida, sentado en una silla. La causa aparente fue un infarto, pero quienes trabajaban ahí comentaron que su rostro mostraba una expresión muy extraña: ojos desorbitados y una mueca de terror.
Varios trabajadores que han permanecido hasta altas horas de la noche en el museo aseguran haber visto sombras cruzar los pasillos, además de una luz tenue proveniente de una lámpara que parece encenderse sola.
En una ocasión, tres personas se quedaron para terminar un trabajo de gran importancia. A pesar de conocer las historias del lugar, decidieron continuar con su labor. Aquella noche, el clima era desfavorable, con fuertes vientos que hacían aún más inquietante el ambiente. Pasada la medianoche, comenzaron a escuchar pasos, sin saber que esto sería solo el principio de una serie de sucesos extraños.
De pronto, un grito desgarrador de una mujer los sorprendió. Les pareció muy raro, ya que se suponía que solo ellos estaban ahí, aunque no descartaban del todo la posibilidad de que alguien más hubiera entrado. Fueron a revisar, pero no encontraron a nadie más. Volvieron a su trabajo, aunque invadidos por el miedo y la inquietud.
Poco después, Carlos, uno de los presentes, vio a alguien pasar por el pasillo. Los tres se quedaron observando hacia el fondo del corredor, esperando ver de nuevo esa figura, pero no ocurrió.
El temor se intensificó. Cerca de la una de la mañana, los fuertes vientos producían un murmullo entre los árboles, cuando un rayo cayó estrepitosamente y la luz se fue, dejándolos en completa oscuridad. Intentaron encender una fogata para iluminarse, y fue entonces cuando notaron que Pedro, uno de los compañeros, miraba hacia la ventana con el rostro lleno de horror. Al voltear para ver qué lo había impactado, se toparon con la espeluznante imagen del rostro desfigurado de una figura, como si estuviera quemada.
Aquella aparición los observó fijamente antes de desvanecerse tras la ventana. A todos se les erizó la piel y, dominados por el miedo, salieron corriendo como pudieron. Nunca supieron si esa presencia quería hacerles daño o comunicarles algo. Lo único cierto es que jamás volvieron a quedarse ahí durante la noche.
Sin duda, una experiencia que nunca olvidarán
