¿Palanca mata ley en la UNACAR? Sandra Laffón y su “escuadrón” universitario despojan a madre viuda con seis hijos
Ciudad del Carmen, Camp. — En la Universidad Autónoma del Carmen (UNACAR), al parecer, ya no basta con tener méritos académicos o trayectoria. Hoy, para desalojar a una familia entera de su hogar, sólo hace falta una llamada… siempre y cuando venga con el sello de “palanca” y vaya dirigida a la rectora Sandra Laffón.
Y es que la rectora de la Máxima Casa de Estudios ha demostrado que para ella, la ley y la humanidad son tan prescindibles como una clase cancelada un viernes por la tarde.
La historia que ha conmocionado a la comunidad carmelita es la de Yadira Herrera Castillo, viuda reciente y madre de seis niños menores de edad, quien fue violentamente despojada de su hogar en Villas Universitarias, lugar en el que vivió durante 19 años junto a su esposo, el profesor José Luis (q.e.p.d.). Su delito: no ser el hijo “correcto”.
El hijo del primer matrimonio del profesor, José Luis Dehara, trabajador de la misma universidad —porque claro, el nepotismo nunca pasa de moda—, habría aprovechado su “influencia” dentro de la institución y con una sola llamada logró lo impensable: que la rectora ordenara cambiar las cerraduras de la vivienda. Sin actuario, sin orden judicial, sin procedimiento legal. Porque en la UNACAR, la justicia se dicta desde la oficina de la rectora, con llamadas en altavoz y decisiones que huelen más a venganza personal que a protocolo universitario.
Según narró la propia Yadira, al llegar a su casa encontró las cerraduras cambiadas. Llamó al 911. Llegó la policía. Y también Efraín, el administrador de Villas Universitarias, quien sin pudor alguno admitió que por orden directa de Laffón se le impidió el acceso a su hogar. Pero eso no es lo más grave: cuando le informaron por teléfono lo que ocurría, la rectora Sandra Laffón, sin la menor empatía, ordenó que no se le permitiera entrar, argumentando que “el inmueble ya lo recuperamos nosotros”. Sí, como si se tratara de un trámite administrativo y no del hogar de una madre en duelo y sus seis hijos.
¿La cereza del pastel? Documentos, ropa, artículos de valor y pertenencias personales desaparecieron misteriosamente del interior del inmueble. Robadas, claro. Pero eso, ¿a quién le importa en la UNACAR cuando hay “palancas” de por medio?
Y aún apareció un supuesto abogado del jurídico de la universidad, más prepotente que abogado de telenovela, quien solo se retiró al notar que la policía estaba presente. Afortunadamente, la señora Yadira logró recuperar el acceso a su casa, aunque con el alma rota y con pérdidas materiales.
Lo sucedido no es solo un abuso de poder, es una vergonzosa muestra de cómo se maneja una universidad pública como si fuera una hacienda privada. La comunidad universitaria y carmelita, ya indignada, exige la renuncia inmediata de la rectora Sandra Laffón, cuya permanencia al frente de la UNACAR hoy representa un insulto a la justicia, la legalidad y la dignidad humana.
¿Este es el ejemplo que se quiere dar a los estudiantes? ¿Que la ley se dobla ante el compadrazgo? ¿Que las viudas con hijos deben defenderse de sus propias instituciones?
UNACAR necesita una rectora, no una dictadora.