Escuchar a una diputada afirmar que “en Carmen no hay crisis económica” no solo es una muestra de desconexión, sino una afrenta directa a la inteligencia y la dignidad de los carmelitas.
Ciudad del Carmen no es una postal turística: es una isla que ha sido el corazón energético del país, rodeada por plataformas que extraen riqueza mientras la población se empobrece. Las empresas proveedoras no cobran, porque Pemex no paga. Y cuando el motor económico se detiene, todo se apaga: comercios cierran, familias emigran, y los que se quedan, resisten en silencio.
La diputada Dalila Mata, desde su burbuja de privilegios, lanza una frase hueca como si la realidad pudiera manipularse con palabras. ¿Cuándo fue la última vez que hizo fila en una clínica pública, caminó por un mercado vacío, o escuchó a un padre sin ingresos contarle cómo paga la escuela de sus hijos?
La crisis en Carmen no es un invento. Es un hecho palpable en cada calle, en cada empleo perdido, en cada local que baja la cortina. Decir que no existe es desconocer el dolor del pueblo que se supone representa.
Los cargos públicos no otorgan sabiduría por decreto. Y hay quienes, lamentablemente, no han entendido que callar es mejor que mentir.
Carmen no necesita discursos maquillados, necesita soluciones. Y sobre todo, necesita representantes que conozcan el territorio más allá del aire acondicionado del Congreso.
