Perrito en Chichén Itzá

LA NOCHE QUE CACHIMBA SALIÓ VICTORIOSA CONTRA LO DESCONOCIDO EN CHICHÉN ITZÁ ️

Era una de esas noches en que la lluvia no da tregua en Chichén Itzá: truenos, relámpagos y un silencio extraño que quedó cuando todo terminó.

José Keb Centina, custodio del lugar, recuerda que a las dos y media de la madrugada solo se escuchaban mosquitos… hasta que un alarido rompió la calma.

Cachimba, la fiel guardiana de cuatro patas, salió disparada hacia el monte ladrando con fuerza. Sus ladridos se alejaban, cuando un aullido de dolor hizo que a José se le helara la sangre.

¿Un jaguar? ¿Una serpiente? Corrió con su lámpara, la llamó, y cuando al fin la vio regresar, la perrita cayó al suelo con convulsiones. Nadie entendía qué había pasado.

Minutos después, Cachimba se levantó despacio, jadeando, con una mirada serena… como si hubiera enfrentado algo que solo ella sabe. José y sus compañeros comprendieron: esa noche la perrita había protegido el lugar de algo que nunca sabrán nombrar. Y desde entonces, Cachimba sigue vigilando, en silencio, los misterios del monte y la ciudad sagrada.

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Era una de esas noches en que la lluvia no da tregua en Chichén Itzá: truenos, relámpagos y un silencio extraño que quedó cuando todo terminó.

José Keb Centina, custodio del lugar, recuerda que a las dos y media de la madrugada solo se escuchaban mosquitos… hasta que un alarido rompió la calma.

Cachimba, la fiel guardiana de cuatro patas, salió disparada hacia el monte ladrando con fuerza. Sus ladridos se alejaban, cuando un aullido de dolor hizo que a José se le helara la sangre.

¿Un jaguar? ¿Una serpiente? Corrió con su lámpara, la llamó, y cuando al fin la vio regresar, la perrita cayó al suelo con convulsiones. Nadie entendía qué había pasado.

Minutos después, Cachimba se levantó despacio, jadeando, con una mirada serena… como si hubiera enfrentado algo que solo ella sabe. José y sus compañeros comprendieron: esa noche la perrita había protegido el lugar de algo que nunca sabrán nombrar. Y desde entonces, Cachimba sigue vigilando, en silencio, los misterios del monte y la ciudad sagrada.

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