Una historia que no debe repetirse. ⚠️
Desde los 8 años, Anahí fue víctima de abuso sexual sistemático por parte de su hermano, Osman Ali Peña. Durante más de una década, sufrió en silencio, hasta que a los 21 años encontró la fuerza para defenderse y romper el silencio.
Decidió contarle a su madre, esperando apoyo, pero solo recibió rechazo, una bofetada y la expulsión del hogar:
“No vuelvas a hablar de tu hermano o no serás parte de esta familia”, le dijo.
Anahí lo denunció y enfrentó el proceso sola. Sus padres se sentaron detrás de su agresor en cada audiencia. No la miraban. No la creyeron.
Cuando Osman fue declarado culpable, comenzó otra pesadilla: hospitalizaciones, intentos de suicidio, aislamiento. Perdió su trabajo y, con el corazón roto, tuvo que volver a vivir con quienes le dieron la espalda.
El 29 de abril de 2025, su cuerpo fue hallado sin vida en la casa de sus padres. Ellos no informaron del funeral ni permitieron que sus amigas se despidieran. No hubo autopsia.
“Yo ya no estoy para seguir levantando la voz… pero cuando lo hice, nadie me escuchó.”
Anahí no murió por decisión propia. La marginaron, la silenciaron, la abandonaron.
Su historia debe abrir los ojos y corazones. Que nunca más una víctima esté sola.