Mientras en redes sociales se presume “diálogo, acuerdos y construcción en equipo”, la realidad es mucho más sencilla —y mucho más cruda: a los representantes de los taxistas de los 13 municipios les dieron puro avión.
Liz Hernández, junto a los concesionarios del transporte público, posó para la foto, habló de “humanizar el transporte” y de “fortalecer el sistema”… pero no aterrizó una sola decisión real. Solo discursos, sonrisas y promesas recicladas.
Sí: el clásico guion político.
Sin embargo, algunos líderes taxistas salieron celebrando como si hubieran ganado una batalla histórica, asegurando que se logró “eliminar a los taxis de plataforma y a los famosos pochis”. ¿De verdad?
La pregunta obligada es: ¿qué firmaron? ¿qué se aprobó? ¿qué se va a ejecutar y cuándo?
Silencio total.
Porque la verdad es una sola:
No hubo acuerdos formales. No hubo reformas. No hubo decretos. No hubo nada.
Solo apapacho político y la ilusión de que “ya se logró algo”.
Y mientras los taxistas se van convencidos de que “ganaron”, las plataformas continúan operando, la demanda de transporte sigue creciendo y la ciudadanía sigue exigiendo lo que ninguno de ellos ofreció en esa mesa: mejor servicio, seguridad, tarifas claras y respeto al usuario.
El problema no son los taxis de plataforma.
El problema es un sistema de transporte obsoleto que se niega a modernizarse.
Y ahí está el punto clave:
– Los usuarios no piden discursos.
– Piden servicio digno.
– Piden unidades en buen estado.
– Piden choferes capacitados.
– Piden tarifas justas.
Eso no se resolvió en la reunión.
Eso ni siquiera se discutió.
Lo único que se repartió fue esperanza disfrazada de compromiso.
Una estrategia vieja.
Un truco conocido.
La pregunta final queda para el lector
¿Quién engañó a quién?
¿La autoridad que vendió humo?
¿O los representantes del transporte que se dejaron marear por un aplauso?
Mientras tanto, la ciudadanía —la que realmente paga, viaja y sufre el transporte cotidiano— sigue esperando.
Como siempre.





